jueves, 26 de febrero de 2015

Colección Leer es Futuro



El Ministerio de Cultura de la Nación lanza “Leer es Futuro”, la colección de narrativa integrada por 21 libros con cuentos de 18 escritores noveles, ilustrados por jóvenes dibujantes, con el objetivo de difundir sus obras, fomentar la lectura y federalizar la palabra. entrelos titulos se encuentra Luz y Fuerza de Ariel Idez, docente de las materias Introducción a la Comunicación y Taller de Expresión Oral y Escrita de la Universidad Nacional de Moreno.

 Los libros se distribuyen en las diferentes actividades culturales que realiza el Ministerio en todo el país y también pueden descargarse aquí.
 

martes, 10 de febrero de 2015

Sobre la formación en Humanidades y Cs. Sociales

Discurso de David Foster Wallace*
en la ceremonia de graduación
del Kenyon College


Saludos y felicitaciones a la generación 2005 del Kenyon College.
Erase dos peces jóvenes que nadaban juntos cuando de repente se toparon con un pez viejo, que los saludó y les dijo, "Buenos días, muchachos ¿Cómo está el agua?" Los dos peces jóvenes siguieron nadando un rato, hasta que eventualmente uno de ellos miró al otro y le preguntó, "¿Qué demonios es el agua?"
Esto es algo común al inicio de los discursos de graduación en Estados Unidos: el empleo de una pequeña parábola con un fin didáctico. Esta costumbre resulta ser una de las mejores convenciones del género y la menos mentirosa, pero si te has empezado a preocupar de que mi plan sea presentarme como el pez sabio y viejo que le explica a los peces jóvenes lo que es el agua, por favor no lo hagas. Yo no soy el pez sabio y viejo. El punto de la historia de los peces es, simplemente, que las realidades más importantes y obvias son a menudo las más difíciles de ver y explicar. Enunciado como una frase, por supuesto, suena a un lugar común banal, pero el hecho es que las banalidades en el ajetreo diario de la existencia adulta pueden tener una importancia de vida o muerte, o así es como me gustaría presentarlo en esta mañana despejada y encantadora.
Por supuesto que el principal requisito en un discurso como éste es que hable sobre el significado de la educación en Humanidades y que intente explicar por qué el título que están a punto de recibir posee un verdadero valor humano en vez de ser una mera llave para la simple remuneración material. Así que mencionaremos otro lugar común al inicio de los discursos, que la educación en Humanidades no es tanto atiborrarte de conocimiento como “enseñarte a pensar”. Si son como yo fui alguna vez de estudiante, nunca hubiesen querido escuchar esto, y se sentirán insultados cuando les dicen que precisaron de alguien que les enseñara a pensar, porque dado que fueron admitidos en la universidad precisamente por esto, parece obvio que ya sabían cómo hacerlo. Pero voy a hacerme eco de ese lugar común que no creo sea insultante, porque lo que verdaderamente importa en la educación –la que se supone obtenemos en un lugar como éste– no vendría a ser aprender a pensar, sino a elegir cómo vamos a pensar. Si la completa libertad para elegir acerca de qué pensar les parece obvia y discutir acerca de ella una pérdida de tiempo, les pido que piensen acerca de la anécdota de los dos peces y el agua y que dejen entre paréntesis por unos segundo vuestro escepticismo acerca del valor de lo que es obvio por completo.

Les voy a contar otra de estas historias didácticas. Había dos personas sentadas en la barra de un bar en la parte más remota de Alaska. Uno de ellos era religioso, el otro ateo y ambos discutían acerca de la existencia o no de dios con esa especial intensidad que se genera luego de la cuarta cerveza. El ateo contó, ‘mirá, no es que no tenga un real motivo para no creer.  No es que nunca haya experimentado todo el asunto ese de dios, rezarle y esas cosas. El mes pasado, sin ir más lejos, me sorprendió una tormenta terrible cuando aún me faltaba mucho camino para llegar al campamento. Me perdí por completo, no podía ver ni a dos metros, hacía 50 grados bajo cero y me derrumbé: caí de rodillas y recé “Dios mío, si en realidad existes, estoy perdido en una tormenta y moriré si no me ayudas, ¡por favor!”. El creyente entonces lo mira sorprendido: ‘Bueno, eso quiere decir entonces que ahora crees! De hecho estás aquí vivo!”. El ateo hizo una mueca y dijo: “No, hermano, lo que pasó fue que de pronto aparecieron dos esquimales y me ayudaron a encontrar el camino al campamento…”.

Es fácil hacer un análisis típico en las Humanidades: una misma experiencia puede significar cosas totalmente distintas para diferentes personas si tales personas tienen distinto marco de referencia y diferentes modo de elaborar significados a partir de su experiencia. Dado que apreciamos la tolerancia y la diversidad de creencias, en cualquiera de los análisis posibles jamás afirmaríamos que una de las interpretaciones es correcta y la otra falsa. Lo que en sí está muy bien, lástima que nunca nos extendemos más allá y nos proponemos descubrir los fundamentos del pensamiento de cada uno de los interesados. Y me refiero a de qué parte del interior de cada uno de ellos surgen sus ideas. Si su orientación básica en referencia al mundo y el significado de su experiencia viene ‘cableado’ como su altura o talla del calzado, o si en cambio es absorbida de la cultura, como su lenguaje. Es como si la construcción del sentido no fuera realmente una cuestión de elección intencional y personal. Y más aún, debemos incluir la cuestión de la arrogancia. El ateo de nuestra historia está totalmente convencido de que la aparición de esos dos esquimales nada tiene que ver con el haber rezado y pedido ayuda a dios. Pero también debemos aceptar que la gente creyente puede ser arrogante y fanática en su modo de ver. Y hasta puede que sean más desagradables que los ateos, al menos para la mayoría de nosotros. Pero el problema del dogmatismo del creyente es el mismo que el del ateo: certeza ciega, una cerrazón mental tan severa que aprisiona de un modo tal que el prisionero ni se da cuenta que está encerrado.

Aquí apunto a lo que yo creo que realmente significa que me enseñen a pensar. Ser un poco menos arrogante. Tener un poco de conciencia de mí y mis certezas. Porque un gran porcentaje de las cuestiones acerca de las que tiendo a pensar con certeza, resultan estar erradas o ser meras ilusiones. Y lo aprendí a los golpes y les pronostico otro tanto a ustedes.
Les daré un ejemplo de algo totalmente errado pero que yo tiendo a dar por sentado: en mi experiencia inmediata todo apuntala mi profunda creencia de que yo soy el centro del universo, la más real, vívida e importante persona en existencia. Raramente pensamos acerca de este modo natural de sentirse el centro de todo ya que es socialmente condenado. Pero es algo que nos sucede a todos. Es nuestro marco básico, el modo en que estamos ‘cableados’ de nacimiento. Piénsenlo: nada les ha sucedido, ninguna de vuestras experiencias han dejado de ser percibidas como si fueran el centro absoluto. El mundo que perciben lo perciben desde ustedes, está ahí delante de ustedes, rodeándolos o en vuestro monitor o en la TV. Los pensamientos y sentimientos de las otras personas nos tienen que ser comunicados de algún modo, pero los propios son inmediatos, urgentes y reales.

Y, por favor, no teman que no me dedicaré a predicarles acerca de la compasión o cualquiera de las otras virtudes. Me refiero a algo que nada tiene que ver con la virtud. Es cuestión de mi posibilidad de encarar la tarea de, de algún modo, saltear o verme libre de mi natural e ‘impreso’ modo de operar que está profunda y literalmente auto centrado y que hace que todo lo vea a través de los lentes de mi mismidad. A gente que logra algo de esto se los suele describir como ‘bien equilibrado’ y me parece que no es un término aplicado casualmente.

Y dado el entorno en el que ahora nos encontramos es adecuado preguntarnos cuánto de este re-ajuste de nuestro marco referencial natural implica a nuestro conocimiento o intelecto. Es una pregunta difícil. Probablemente lo más peligroso de mi educación académica –al menos en lo que a mí respecta– es que tiende a la sobre intelectualización de las cosas, que me lleva a perderme en argumentos abstractos en mi cabeza en vez de, simplemente, prestar atención a lo que ocurre dentro y fuera de mí.

Estoy seguro de que ustedes ya se han dado cuenta de lo difícil que resulta estar alerta y atentos en lugar de ir como hipnotizados siguiendo el monólogo interior (algo que puede estar sucediendo ahora mismo). Veinte años después de mi propia graduación llegué a comprender el típico cliché liberal acerca de las Humanidades enseñándonos a pensar: en realidad se refiere a algo más profundo, a una idea más seria: porque aprender a pensar quiere decir aprender a ejercitar un cierto control acerca de qué y cómo pensar. Implica ser consiente y estar atentos de modo tal que podamos elegir sobre qué poner nuestra atención y revisar el modo en que llegamos a las conclusiones a las que llegamos, al modo en que construimos un sentido en base a lo que percibimos. Y si no logramos esto en nuestra vida adulta, estaremos por completo perdidos. Me viene a la mente aquella frase que dice que la mente es un excelente sirviente pero un pésimo amo.

Como todos los clichés superficialmente es soso y poco atractivo, pero en realidad expresa una verdad terrible. No es casual que los adultos que se suicidan con un arma de fuego lo hagan apuntando a su cabeza. Intentan liquidar al tirano. Y la verdad es que esos suicidas ya estaban muertos bastante antes de que apretaran el gatillo.

Y les digo que este debe ser el resultado genuino de vuestra educación en Humanidades, sin mentiras ni chantadas: como impedir que vuestra vida adulta se vuelva algo confortable, próspero, respetable pero muerto, inconsciente, esclavo de vuestro funcionar ‘cableado’ inconsciente y solitario. Esto puede sonar a una hipérbole o a un sinsentido abstracto. Pero ya que estamos pensemos más concretamente. El hecho real es que ustedes, recién graduados, no tienen la menor idea de lo que implica el día a día de un adulto. Resulta que en estos discursos de graduación nunca se hace referencia a cómo transcurre la mayor parte de la vida de un adulto norteamericano. En una gran porción esa vida implica aburrimiento, rutina y bastante frustración. Vuestros padres y parientes mayores que aquí los acompañan deben de saber bastante bien a qué me estoy refiriendo.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos la vida de un adulto típico. Se levanta temprano por la mañana para concurrir a un trabajo desafiante, un buen trabajo si quieren, el trabajo de un profesional que con entusiasmo trabaja por ocho o diez horas y que al final del día lo deja bastante agotado y con el único deseo de volver a casa y tener una buena y reparadora cena y quizá un recreo de  una o dos horas antes de acostarse temprano porque, por supuesto, al otro día hay que levantarse temprano para volver al trabajo. Y ahí es cuando esta persona recuerda que no hay nada de comer en casa. No ha tenido tiempo de hacer las compras esta semana porque el trabajo se volvió muy demandante y ahora no hay más remedio que subirse al auto y, en vez de volver a casa, ir a un supermercado. Es la hora en que todo el mundo sale del trabajo y las calles están saturadas de autos, con un tránsito enloquecedor. De modo que llegar al centro comercial le lleva más tiempo que el habitual y, cuando al fin llega, ve que el supermercado está atestado de gente que como él,  que luego de un día de trabajo trata de comprar las provisiones que no pudo comprar en otro momento. El lugar está lleno de gente y la música funcional y melosa hacen que sea el último lugar de la tierra en el que se quiere estar, pero es imposible hacer las cosas rápido. Debe andar por esos pasillos atiborrados de gente, confusos a la hora de encontrar lo que uno busca y debe maniobrar con cuidado el carrito entre toda esa gente apurada y cansada (etc. etc. etc., abreviemos que es demasiado penoso) y al fin, luego de conseguir todo lo que necesitaba, se dirige a las cajas que, por supuesto, están casi todas cerradas a pesar de ser la hora pico, y las que están funcionando lo hacen con unas demoras colosales, lo que es enojoso, pero esta persona se esfuerza por dejar de sentir odio por la cajera que parece moverse en cámara lenta, quien está saturada de un trabajo que es tedioso, carente de sentido de un modo que sobrepasa la imaginación de cualquiera de los aquí presentes en nuestro prestigioso colegio.

Bueno, al fin esta persona consigue llegar a ser atendida, paga por sus provisiones y escucha que le dicen ‘que tenga un buen día’ con un voz que es la de la muerte. Luego tiene que cargar todas sus bolsas en el carrito que tiene una rueda chueca e insiste en irse para un costado y hace que el camino hasta el auto lo saque de quicio; luego tiene que cargar todo en el baúl y salir de ese estacionamiento lleno de autos que circulan a dos por ahora buscando un lugar libre ¡y todavía queda el camino a casa!, con un tránsito pesado, lento y plagado de enormes 4x4 que parecen ocupar toda la calle, etc. etc. etc.

Todos aquí han pasado por esto, claro. Pero aun no es parte de vuestra rutina de graduados, semana a semana, mes a mes, año a año. Pero lo será. Y cantidad de otras tareas fastidiosas y sin sentido aparente que les esperan. Pero no es este el punto al que me refiero. El punto es que estas tareas de mierda, insignificantes y frustrantes son las que permiten escoger qué y como pensar. Ya que debido al tránsito congestionado, o a los pasillos atiborrados de gente con carritos, o a las larguísimas colas, tengo tiempo para pensar y si no tomo una decisión consiente acerca de cómo pensar, de a qué prestar atención, me sentiré frustrado y jodido cada vez que me vea en estas situaciones. Porque el ajuste natural me dice que estar situaciones me afectan a MI. A MI hambre, a MI fatiga, a Mi deseo de estar en casa y me hace ver que toda esa gente se mete en MI camino. Y ¿quiénes son, después de todo? Miren qué repulsivos son, que caras de estúpidos portan, esa mirada de vacas, no parecen humanos, y que enojosos y groseros son hablando en voz alta por sus celulares todo el tiempo. Es absolutamente injusto e incordiante que me encuentre ahí, entre ESA gente.

Y, claro, además, como pertenezco a una clase de gente socialmente más consiente, gente de Humanidades, me parece terrible quedar atrapado en el tránsito de la hora pico entre esas tremendas 4x4, esos autazos de 12 cilindros que desperdician egoístamente sus tanques de 80 litros de un combustible cada vez más escaso, y puedo asegurar que las calcomanías con los slogans más religiosos y patrióticos están pegados en vidrios de los más enormes, llamativos y egoístas de los vehículos, conducidos por los más horrendos personajes (aplausos y respondiendo a esos aplausos) –este no es un ejemplo de cómo debemos pensar, ojo! –, conductores detestables, desconsiderados y agresivos. Y también puedo imaginar cómo nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos van a acordarse de nosotros por derrochar el combustible y probablemente joder el clima, y pensar en lo egoístas y estúpidos que fuimos por permitirlo y como nuestra sociedad consumista es detestable, etc., etc., etc.

Ya pescaron la idea.

Si yo escojo pensar así cuando me encuentro atrapado en el tránsito o en los pasillos de un supermercado, bueno, a la mayoría nos pasa. Porque este modo de pensar es tan automático, tan natural y establecido que no implica ninguna chance ni elección. Es el modo automático en que percibo la parte aburrida y frustrante de la vida adulta, cuando me dejo ir en automático, inconscientemente, cuando me creo el centro del mundo y que mis necesidades y sentimientos inmediatos determinan las prioridades de todo el mundo, que creo gira a mi alrededor.

La cosa es que, claro, hay otras maneras por completo diferentes de pensar acerca de estas situaciones. En ese transito entorpecido, con vehículos que dificultan mi avance, puede que, en una de esas horrorosas 4x4, haya un conductor que luego de un horrible accidente de tránsito se haya sentido tan acobardado que el único modo de volver a manejar es sintiéndose protegido dentro de uno de esos tanques. O que aquella camioneta que corta mi paso imprudentemente, esté conducida por un padre que lleva a su hijo enfermo o accidentado y se apura por llegar a una guardia médica, o que está en una situación más urgente y legítima que la que yo me encuentro, y que en realidad yo soy el que se mete en SU camino.

O puedo elegir pensar y considerar que todos los que nos encontramos en esa larga cola del supermercado estamos tan aburridos y nos sentimos tan mal como me siento yo y que algunos de ellos probablemente tengan una vida más tediosa y dolorosa que la mía.

De nuevo, por favor, no crean que estoy dando consejos moralistas, o que sugiero el modo en que tienen que pensar ustedes, o que señalo cómo se espera que ustedes piensen. Porque esto que les describo es muy difícil. Requiere de mucha voluntad y esfuerzo y, si son como yo, algunos días no lo lograrán o simplemente se dejarán llevar por la comodidad y falta de ganas.

Pero puede pasar que, si están atentos los suficiente como para darse a ustedes mismos la opción, podrán escoger una manera distinta de percibir a esa gorda, de ojos muertos, sobre maquillada que no deja de gritar a su hijito en la fila. Quizá ella no es siempre así. Quizá lleva tres noches sin dormir sosteniendo la mano de su marido que muere de cáncer en los huesos. O quizá esta señora es la misma que ayer ayudó a tu señora a resolver ese horrendo trámite en el Registro Automotor mediante un simple acto de gentileza. Claro, sí, nada de esto es lo habitual, pero tampoco es imposible. Todo depende de lo que uno elija pensar. Si estás seguro de saber exactamente cuál es la realidad y estás operando en automático como me suele suceder a mí, entonces no dejarás de pensar en posibilidades enojosas y miserables. Pero si en realidad aprendes a prestar atención, te darás cuenta de que en realidad hay otras opciones. Vas a poder  percibir ese atestado, caluroso, y lento infierno no solo como significativo, sino como algo sagrado, consumido por las mismas llamas que las estrellas: amor, comunión, esa unidad mística que hay bien en lo profundo de las cosas.

No afirmo que esta mística se necesariamente verdadera. Pero lo que sí lleva una V mayúscula es la Verdad de que podés decidir cómo te lo vas a tomar.

Esto, yo les aseguro, es la libertad que otorga la educación real. Aprender a cómo estar bien balanceado. Y cada uno decidir qué tiene y qué no tiene sentido. Decidir conscientemente qué es lo que vale la pena venerar.

Y he aquí algo raro, pero que es verdad: en las trincheras del día a día de la vida de un adulto, no existe el ateísmo. No hay tal cosa como la ‘no-veneración’. Todo el mundo es creyente. Y quizá la única razón por la que debamos cuidarnos al elegir qué venerar, cualquier camino espiritual –llámese Cristo, Allah, Yaveh, la Pachamama, las Cuatro Nobles Verdades o cualquier set de principios éticos– es que, sea lo que sea que elijas, te devorará en vida. Si elegís adorar el dinero y los bienes materiales, nunca tendrás suficiente. Si elegís tu cuerpo, la belleza y ser atractivo, siempre te vas a sentir feo y cuando el tiempo y la edad se manifiesten, padecerás un millón de muertes antes de que al fin te entierren. En cierto modo, todos lo sabemos. Esto fue codificado en mitos, leyendas, cuentos, proverbios, epigramas, parábolas, en el esqueleto de toda gran historia. El verdadero logro es mantener esta verdad consiente en el día a día. Si elegís venerar el poder, terminarás sintiéndote débil y necesitarás cada día de más poder para no creerte amenazado por los demás. Si elegís adorar tu intelecto, ser reconocido como inteligente, terminarás sintiéndote un estúpido, un chasco, siempre al borde de ser descubierto. Pero lo más terrible de estas formas de adoración no es que sean pecaminosas o malas, es que son inconscientes. Son el funcionamiento por default.

Día a día nos vamos sumergiendo en un modo cada vez más selectivo acerca de a qué prestar atención, qué percibir como bueno y deseable, sin siquiera ser consientes de lo que estamos haciendo.

Y el mundo real no te va a desalentar en este modo de operar, porque el así llamado mundo real está esculpido del mismo modo, dinero y poder que se regodean juntos en una piscina de miedo y odio y frustración y ambición y adoración al YO. Las fuerzas de nuestra cultura dirigen a estas fuerzas en pos de las riquezas, confort y libertad individual. Libertad para ser los señores de nuestro diminuto reino mental, solitarios en el centro de la creación. Este tipo de libertad es muy tentadora. Pero hay otros tipo de libertad pero justo del tipo de libertad que es el más precioso no vas a escuchar mucho en este mundo que nos rodea, de puro desear y conseguir.

La libertad que importa verdaderamente implica atención, conciencia y disciplina, y estar realmente interesados en el bienestar de los demás y estar dispuestos a sacrificarnos por ellos una y otra vez en miríadas de insignificantes y poco atractivas maneras, todos los días.

Esa es la libertad real. Eso es ser educado y entender cómo pensar. La alternativa es lo inconsciente, lo automático, el funcionamiento por default, el constante sentimiento de haber tenido y perdido alguna cosa infinita.

Yo sé que esto que les digo puede sonar poco divertido y que roza en lo grandilocuente  espiritual en el sentido que un discurso de graduación debe sonar. Lo que quiero que rescaten, del modo en que yo lo veo, es el tema de la V mayúscula de Verdad, dejando fuera todas las linduras retóricas. Ustedes son libres de pensar como quieran. Pero por favor, no tomen este discurso como a un sermón de esos con el dedito apuntando acusatoriamente. Nada de esto tiene que ver con moralidad o religión o dogma ni con las grandes preguntas luego de la muerte.

La V mayúscula de Verdad se refiere a la vida ANTES de la muerte.

Es acerca de los valores que implica la real educación, que no tiene nada que ver con el acumular conocimiento y sí con la simple atención, atención a lo que es real y esencial, tan oculto en plena vista a nuestro alrededor, todo el tiempo, que tenemos que estar constantemente recordándonos a nosotros mismos, una y otra vez: Esto es agua. Esto es agua. Esto es agua.

Es inimaginablemente arduo de llevar a cabo, estar consientes y vivos en el mundo adulto, día a día. Lo que trae a colación otro gran cliché archisabido: la educación ES un trabajo para toda la vida. Y comienza ahora.

Les deseo que tengan más que suerte!

Fe de erratas: en esta traducción la palabra consiencia/consiente está mal escrita. Corresponde: consciencia/consciente.
*David Foster Wallace (21 de febrerode 1962 - 12 de septiembre de 2008) fue un escritor estadounidense, muy conocido por su novela La broma infinita (Infinite Jest), considerada por la revista Time como una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del período comprendido entre 1923 y 2006. David Ulin, editor de libros para Los Angeles Times, llamó a Wallace "uno de los escritores más influyentes e innovadores de los últimos 20 años."

domingo, 8 de febrero de 2015

No quieren ganar

Por Bárbara Bravo
Mi primer pensamiento fue que mentía en cada palabra,
Aquel viejo lisiado, con mirada maliciosa
Observando con recelo el efecto de su mentira
En la mía, y la boca apenas capaz de disimular
El júbilo, que fruncía y perfilaba
Su comisura, por así haber atrapado otra víctima
.

 Childe Roland a la Torre oscura llegó.
Robert Browning.

Cassandra fuma un cigarrillo en la oscuridad del monoambiente que comparte por esta noche con su compañero, que ronca despreocupado luego de las exigencias amatorias más tempranas. Cassandra estaba en plan de seguir el mismo camino a la tierra de Morfeo, cuando la televisión, invariablemente puesta en América Tv (no es su departamento entonces no objeta la programación preferida por su amante. Por ahora el sexo y la compañía pesan más que las contradicciones ideológicas), da paso a una repetición de algún programa de chimentos fundacional, que también hace espacio para candidatos a la presidencia de la nación, de cara a las inminentes elecciones.

Esta semana, el mundo de la frivolidad (y otro tanto de personalidades más o menos desangeladas) se vio sacudido por el comentario del candidato “renovador” acerca de terminar con la política de Derechos Humanos una vez asuman el gobierno. O sea, renovar, en este caso, vendría a hacer una decoración en Vintage de las instituciones. Como si la patria, el pueblo, o bien “la gente” como les gusta decir a estos nuevos candidatos fueran una habitación en desuso al que con un poco de reciclaje de esas cositas que ya no usamos pero que tenemos en casa, podemos dar nuevos aires y energía. Solo basta sacar del arcón y acomodar un poco ciertas concepciones retrogradas, antidemocráticas y antipoliticas, fruncir algunas cositas que “ya no dan” y ponerlas por aquí y allá como los “detalles fuertes” del cuartito que queremos reciclar.

Así parece resumirse la propuesta de la oposición, sin importar el vocero que la diga: “queremos lo bueno, no lo malo”. Y claro, al parecer los Derechos Humanos, son parte de lo malo. Porque, sigue el candidato que se parece a Iúdica, la gente que tiene miedo también tiene derechos humanos, y hay que darle derechos humanos a la gente que siente que no llega a fin de mes.

Llegada a este punto, Cassandra se incendia interiormente y se prende un cigarrillo, furiosa. El pobre tarado que habla es abogado… SABE que los DDHH no tienen 3 carajos que ver con la posibilidad o no de llegar a fin de mes. O quizás, sospecha Cass, no lo sepa y realmente estamos en manos del enemigo.

Porque lo grave, y nunca hay que olvidar este punto, es que la oposición ES parte del gobierno, ejerce un rol importantísimo y no debería ser tenida en ese menosprecio de la acción al que la someten estos representantes de la pauperización de la cultura cívica.

Lo que la asusta, lo que hoy no la deja dormir, es que esta lógica del marketing, de la propaganda, que a manera de un violador serial veja y mutila en toda ocasión posible el concepto “política”, termine siendo la única lógica posible, el único discurso de la misma. Cassandra sabe que para venderte un candidato hay que mandar una considerable cantidad de fruta ideológica simplona y esperanzada. Pero hasta donde tuvo memoria (es una joven hija de la democracia), estas tandas de “Coma en la UCR” o “Con el Juez Cruciani se come, se educa y se trabaja” solían estar cimentadas en una trayectoria que revestía cierta objetividad. Ahora, de esos polvos futuros lodos y tenemos un lindo collage aliancista que solo se pone de acuerdo en la caterva de justificaciones a su accionar poco ético (no me jodas, si te votaron para una banca a la que no vas nunca, no tenes ética, ni dignidad, ni cara)…Cassandra se imagina como seria su vida si no pasara más que una vez cada bimestre por su pequeño escritorio de oficina. Mirando hacia afuera desde el ventanal lindero a la cama, en la oscuridad de la noche su vista se choca con la cancha de Atlanta, pasando las vías… ¿esa gente que se ve pequeñita, a 6 pisos de altura, podrá esquivar durante 2 años o 4 el trabajo que significa el sustento de cada día y seguir cobrando graciosamente incluso con gastos por viáticos? No.
“Entonces de gente, no entienden un carajo estos muñecos” masculla, cada vez más envenenada.

Su amante se revuelve un poco en sueños, tirando un ronquido solitario. Cassandra se baja despacito de la cama, se cubre con una sabana que ya está para mandar al Lave Rap y sale al balcón. Sabe que su energía suele contagiarse y no quiere tener que explicarle a su nuevo romance que se desvela durante las noches pensando en el pelotudo de Redrado y su pretensión a la Cancillería desde la cual Cass intuye que planea entrarle a las relaciones bilaterales con USA como a gato televisivo de mínima monta. Hablando de Martin Retraso, pulula/ba por los programas “de la tarde” con aires de galán canchero explicando que a Luli Salazar le pasó lo que a la Argentina con el Megacanje y negándose a hablar de su nueva apuesta en el amor, sin mención a la parte que le toca en el equipo económico del hombre que desea conseguirle derechos humanos a la gente que no llega a fin de mes, a pesar de que esa misma gente los tiene garantizados constitucionalmente. Momento… si el candidato con apellido de pastelito de vieja habla de DDHH para los que menos tienen… ¿está hablando a favor de los llamados “negros”? Esos seres mitológicos que viven en los arcos exteriores de la plana ciudad de Buenos Aires, centro del universo, dispuestos a devorar a los que se aventuren al horizonte llamado Conurbano Bonaerense? ¿Será posible?

Este nuevo pensamiento, deja en paz al vapuleado Redrado con sus problemas de alcoba… Se da cuenta, en el medio de la noche, sola, apenas acompañada de los suaves murmullos de la nariz de su amiguito, de que la oposición no quiere ganar.

Acude a su mente, raudo y veloz como el miedo, el cartelito de otro cuadro de la oposición, el señor Santilli. Al parecer, los fantasmas de la decadencia pasada, presente y futura, vendrán a visitarla esta noche.

“VOLUNTARIADO UNIVERSITARIO OBLIGATORIO”

Esta vez, ni las ganas de un sofisma… el sinsentido está ahí, es evidente, de hecho…constituye TODO el atractivo de la idea. Se arrebuja en la maltratadísima sabana mientras imagina a qué asesor, tecnócrata, u especialista en imagen y comunicación se le habrá ocurrido este despropósito. ¿Cuál fue el segundo asesor que revisó esta idea y le dio el ok? ¿y el tercero? Acaso Carrió es la que le redacta los slogans al ex de Pazos? Suspira resignada… quisiera ser mosca para espiar quienes son hoy los costureros fraudulentos que le tejen las ropas al Emperador, ya que le consta (siempre de lejos) que los asesores cobran (y mucho) por sus elevados conocimientos en algo tan elusivo como “hacerte ganar”.
“voluntariado universitario obligatorio”... Era mucho más cool poner “Con Santilli vuelven las juventudes hitlerianas” o “Con Santilli esclavos para tod@s” o “Con Santilli se entra por la puerta de la UBA y se sale por la chimenea”. Le da una calada intensa al porrito que se armó distraída… en realidad, sabe, el subtitulo es “Con Santilli no va a existir una puta beca de estudio”.

Bien, por un lado, Redrado al teléfono de las relaciones internacionales argentinas, por otro, la vuelta a la política social focalizada y descentralizada. Ambas propuestas (aceptables dentro del paradigma de la derecha, coherentes con los lineamientos usuales de las corrientes liberales y neoliberales) son presentadas de la peor forma, la más burda posible.

Querer volver a los 90s es entendible desde la lógica política, el contrasentido de los últimos gobiernos, que se yo…se puede “comprender” que los sectores de poder concentrado locales e internacionales y las alianzas entre estos no quieran ceder un ápice o incluso quieran apoderarse de las nuevas competencias y poderes del estado ampliado en los últimos 12 años. “la guita es para los negros y los giles, hay q dejar de joder por dos años con reducir la lucha política a la caja y nada mas…a ciertas alturas, guita no hace falta, hace falta poder”, discute mentalmente con la tele, con sus vecinos, con sus amigos, sabedora que como su nombre lo indica, sus palabras están condenadas a ser tomadas por locura.

Lo que está MAL, lo que no encaja, es esta pretensión absurda de ganar diciendo pavadas. O haciendo pavadas. Carrió dinamita su frente ensalada, tirando al cuerno la mesa de su estrategia del último año dedicada a sumar electores a como dé lugar, que, venía dando atractivos resultados dentro del clima de opinión publica… Como una madama bipolar, el catalogo más grande de políticos en oferta lo tenia Carrió. Y cerró el boliche.
Otra cosa que le llama la atención, es que de quedarse en Faunen y competir por la jefatura de la ciudad, hubiera tenido amplias chances de arañar el ejecutivo de la ciudad. Pero como en otra ocasión anterior, se bajo de la opción más rentable a buscar aventuras y denuncias.  En medio de la noche, Cassandra contempla las estrellas… los cortocircuitos de Lila con sus aliados, son puestos en televisión como en una época los de Moria con alguna vedetonga pretenciosa. Todo es una sospecha, un agravio personal, un bombardeo de dimes y diretes constante del que luego nadie constata medio carajo… a veces Cass se imagina en situaciones de ira explosiva delante de quienes se someten al consumo irrestricto de estos kioskos de mentiras y se llaman a sí mismos “informados” “neutrales”. La ira desaparece tras rezar un par de Jauretches y Gramscis y Debords…pero siempre esa horrible sensación de smog informativo. Esa horrible sensación de soledad. Cassandra no puede arroparse la soledad que siente con la manta del snobismo. No le sale, no puede hacer de su intelectualidad una fortaleza antipopular, sino, todo lo contrario.

Luego de la estrategia Moria, venia Martin Insaurralde y su estrategia “Gato de Cheshire”. El tipo estaba ahí, echado en su banca, perezoso, y de a poquito, iba desapareciendo, su sonrisa,era lo último en esfuminarse. La iniciativa de esta lechuga advenediza consistía en una parodia de la propaganda de plazo fijo del banco hipotecario “Pongo la plata en el banco, no hago NADA y PAPA PAPAPA PAPAPA PAAA PAPA PAPAPAA EEEEEIIIIIIIII ALLLLLRIGHT, DUEÑO”

Es muy triste como político que tu mayor capital social sea tu señora. En lo que respecta a Cass, bien podrían haberle dado la banca a su flamante esposa, Jessica Wanda Judith, que como figura pública tenia no solo muchísima más trayectoria y manejo de medios que su marido, sino incluso más transparencia. El marido lisa y llanamente, no podía encontrarse el culo con las manos. Rebotaba desapareciendo aquí, apareciendo allá, como el gato de Cheshire de lomas de Zamora.

Vedettes, humo, conventillo, oximorones grotescos… propuestas ridículas, discursos demasiado desgastados ¿esta gente quiere ganar en serio? Lo de Mauricio Macri también era bastante impresentable, la izquierda en los 8 escalones. Desde todo punto de vista era grotesco, grosero y burdo que esta gente pensara ganar nada más que con bombardear el espacio de fotos suyas y frases pegadizas. Por lo menos Mauricio cubre sus pasos y te cierra un mes una línea de subte para pintarla… se calienta en hacer la fantochada de la ciudad trabajando (porque el está de vacaciones). Estos ni eso… convocan ruedas de prensa inventadas en lugares asolados por alguna catástrofe, repartiendo abrazos como si fueran parte de esa secta de descerebrados del movimiento Zeitgeist. Incluso sus formaciones políticas territoriales carecían de todo anclaje salvo el viejo y tradicional clientelismo… si la militancia está “pasada de moda” ¿Cómo cuernos piensan sus partidos trascender el hoy, construir poder, afianzarse como voz legitima de un sector social para las futuras generaciones?

“No quieren”

No quieren porque son partidos cárteles en la jerga teórica. “Vampiros públicos” piensa Cassandra. Pasea la mirada por el interior del departamento, al otro lado del ventanal. Como una cruz refulgente en la oscuridad, sobre un poster de Jack Daniels le sonreía Evita Perón. Cassandra sonrió. Volvió a acostarse, mirando fijamente la efigie de la Abanderada de los humildes.

“Será cuestión de ser  el Van Hellsing  de estos payasos” le comunica a la sonrisa materna de la pared.

Y esta vez, durmió como una negra.

 
 
NOTA: ESTÁ ESCRITO DE ACUERDO A LOS MANDAMIENTOS DE F. NIETSZCHE. (y también, esta sin revisar porque me dio hambre y me desconcentré)